En China es difícil ser cristiano debido a muchas razones, tanto religiosas como políticas locales, especialmente para alguien que no pertenece a una familia cristiana.
Mi vida espiritual inició accidentalmente con la invitación de un amigo a asistir a una iglesia que se reunía los sábados, hace muchos años atrás. La llamé "la Iglesia del sábado", y no fue hasta dos años más tarde que supe su nombre real: Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Como nuevo miembro en la iglesia, asistí a cada curso introductorio, sin ninguna falta. Esto duró casi un año y gradualmente desarrollé un profundo amor y fe en Dios. Esto es maravilloso para alguien que nunca creyó en Jesús. Todo acerca de mi vida en la iglesia era agradable; la congregación leía la Biblia, cantaba salmos y oraba junta. Pero un día, las palabras del pastor en clase golpearon fuertemente mi corazón.
Aquí los pastores condenan abierta y enérgicamente a las personas LGBTIQ. Ellos nunca podrán imaginar cómo se siente un joven que estaba listo para abrazar el amor de Dios, cuando escucha que no es bienvenido. Aquellos que dicen que te quieren más, son los que más te hacen daño. Es como si alguien abriera suavemente la puerta con una sonrisa diciéndote: "Por favor, entra", y luego cierra la puerta violentamente, en el momento en que estás listo para entrar. Después de haber culminado las clases introductorias, me invitaron a ser bautizado. Y claramente no acepté, no aquí.
Pensé en dejarlo o cambiarme a otra denominación, pero no pude; porque el sábado era y es muy importante para mí.
Después de un gran esfuerzo y tras muchas sugerencias de amigos entrañables de Internet, encontré con éxito una Iglesia Adventista en California que acoge a personas LGBTIQ. Entonces volé hasta allá para bautizarme en octubre del año pasado. Cuando llegué, el pastor de esa iglesia me dijo que era el mes LGBTIQ, y que el sermón de esa semana resultó titularse "Afirmando Todo". ¡Alabado sea el Señor! Él me ayudó a encontrar una manera de ser bautizado.
Muchos han pagado un alto precio por permanecer en la Iglesia, y tengo todas las razones para pagar un precio más alto para unirme a ella. Es fácil tirar la toalla, pero rendirse ayuda a nada. Cuando pienso en muchos miembros potenciales como yo que están luchando, sé que no puedo rendirme; esos corazones rotos necesitan nuestra ayuda. Tenemos que dar un buen ejemplo y manifestarnos. Cuando llegamos a ellos, el interminable amor de Dios es revelado.
Gracias por leer mi historia. Dios te bendiga.