LA FLUIDEZ DE LA BISEXUALIDAD
Por Salomón Benítez
Si algo se destaca de la bisexualidad es su incomprensión, incluso dentro de la misma comunidad sexodiversa, aun entre las mismas personas bisexuales. Esto se debe a la falta de información y difusión de la misma, así como de los prejuicios que pesan sobre ella: el más común de ellos es «Una persona se declara bisexual cuando no quiere admitir, o quiere ocultar, su propia homosexualidad».
La cuestión sobre la bisexualidad no es sobre ocultar una expresión de la sexualidad, es una sexualidad en sí misma. La persona bisexual pudo haber iniciado relaciones amorosas con cualquier género, y sentía que no encajaba en ninguna de las dos orientaciones sexuales asumidas como mayoritarias – heterosexualidad y homosexualidad – y esto generaba confusión, ansiedad, incertidumbre y baja autoestima. Cuando la persona sospecha que puede ser bisexual, comienza a comprenderse y valorar su orientación a pesar de las dificultades que recae en ello, como ser acusado de ser bisexual por «Moda» o por tener miedo a ser gay o lesbiana..
La experiencia personal me conllevó a vencer todos estos prejuicios. Una persona heterosexual necesita del género opuesto para sentir sus necesidades afectivas, sexuales y de convivencia para sentir satisfacción personal, e igualmente la persona homosexual precisa de relacionarse con su mismo género para suplir estos mismos sentimientos, alguien bisexual se complementa con ambos géneros, no con uno o el otro por sí solo. Acontece que, debido a las circunstancias de la vida, uno puede iniciarse con un género específico en las relaciones sentimentales o sexuales – en mi caso, con otro varón – y pensar que será así para toda la vida. Sin embargo, a medida del transcurso del tiempo, me di cuenta que también existía afinidad por las mujeres, y creía que jamás sentiría algo por ellas.
Hay necesidades amorosas y sexuales que satisface alguien del género masculino, hay otro tipo de necesidades amorosas y sexuales que suple alguien del femenino. No es una cuestión de ocultar o avergonzarse por una homosexualidad, sino que hay una expresión propia de amor y libido hacia ambos géneros, no necesariamente equitativa. Asimismo, al momento de escoger pareja, quienes somos bisexuales estamos conscientes que esa persona, independientemente de su género o expresión del mismo, no cumplirá el papel que posee el género opuesto, y por tanto, relacionarse con alguien más – tanto en momentos casuales como en relaciones monógamas – consiste en un acto de auto-sinceridad mayor que si se fuera homosexual o heterosexual.
El gran reto de la bisexualidad es comprender y convivir con la fluidez que conlleva. Algunas veces, no se comprende por qué se es bisexual inclusive. No implica que hoy amanezco con ganas de entregarle una flor a una mujer y el fin de semana quiera tener una cita con un compañero de trabajo, sino el disfrutar y celebrar la belleza y amor de ambos géneros. No hay una línea definida que separe el gusto por lo femenino y masculino – por esto Kinsey propuso su Escala –, porque la mente y el cuerpo reconoce las necesidades que suple cada cual. Al principio, pensaba que solo deseaba a las mujeres por el tema de la maternidad, o que los hombres gustaban porque mi primera pareja fue uno y por tanto mi primer beso, comprendí y acepté que cada quien cumple un papel en mi vida.
La orientación sexual es parte inseparable de la personalidad, no puedo concebirme sin ella. A pesar de los prejuicios – propios o ajenos – hacia la bisexualidad, yo celebro su fluidez, tal como las olas del mar van y vienen. Dicha fluidez es lo hermoso de ella, y al momento de decidir quién será mi acompañante para la vida en el sacro matrimonio – sea del género que sea – seré feliz con esa persona y la monogamia no será suplicio alguno. El enemigo de la bisexualidad no son las personas homofóbicas o bifóbicas, sino su propia incomprensión.