Jesus y los campos magnéticos
Por Regina Araujo
Cuando tenía diecisiete años, me sentí hipnotizada por la física. "Es absolutamente elegante", pensé. El electromagnetismo era y es mi rama favorita de la física. Fue cuando surgió la oportunidad de predicar en un Sábado Juvenil y no la desaproveché. Sería mi primera vez y yo sabía exactamente cuál iba a ser mi tema: ¡El campo magnético de Jesús! Tenía claro qué hacer para ilustrarlo; incluso llevé un aparato con el que podía hacer la demostración explicativa.
Supongo que esa fue la parte más sencilla para todos. También fue fácil hacer la correlación con Jesús, ya que Juan 12:32 saltó de mi Biblia: "Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí."
¡Genial! La cruz es el campo magnético de Jesús que envuelve a toda la humanidad, al igual que los campos magnéticos de la Tierra a los cinturones de Van Allen alrededor del globo. ¡Qué revelación! Sin embargo, concluí mi predicación aquella mañana con un profundo sentimiento de insatisfacción. ¡Algo faltaba! Y era que, en mi corazón, no encontraba atractiva la Cruz de Cristo.
No pude decir, como Pablo, que me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. La Cruz no era atractiva para mí. De hecho, ¡fue incluso espantosa!
Durante los siguientes diecisiete años seguí enseñando sobre la Biblia, Daniel y Apocalipsis, sobre el amor de Dios por la humanidad e incluso sobre el Santuario con todos sus detalles interesantes. Sin embargo, seguí evitando la Cruz. Para mi consternación, muy en el fondo, me encontré pensando en el Evangelio como poco ético. El papel vicario de Jesús en la Cruz, la Pasión como lo pinta el arte y la literatura, los discursos teológicos sobre la Justicia obtenida en la Cruz, ¡nada podía encontrar en ese rincón de las Buenas Nuevas!
Estaré eternamente en deuda con John R. W. Stott, por una visión que cambió mi modo de ver la Cruz de Jesús. Pude ver el sacrificio de Jesús no como la actuación vicaria de un Cristo manso, por un Padre severo y punitivo. En lugar de ello, se me mostró a un Padre justo y amoroso que se humilló a sí mismo para convertirse en Su único Hijo, carne, pecado y maldición por nosotros, para poder redimirnos.
Jesús colgado de un madero no era más que un eco paulino de una ilustración mosaica. Mis ojos se abrieron al hecho de que Cristo, el Hijo de Dios, no murió por mí, sino como yo. De repente, 2 Corintios 5:14 tuvo un perfecto sentido para mí: "...porque estamos convencidos de que uno murió por todos, y por lo tanto todos murieron." La magnitud de mi necesidad, ricamente resaltada por el lenguaje cultural de la Ley y los Profetas, fue pagada completamente en identidad corporativa con Él. Me repetía a mí misma en los albores de mi nuevo descubrimiento: "Murió como yo... Yo morí en Él en el Gólgota..."
Con una frase corta, Jesús cambió mi historia para siempre cuando murió sin muerte, como Alfred Edersheim afirma tan poderosamente. Cristo encontró la muerte, no como conquistado, sino como conquistador. Y este argumento concuerda con el lenguaje peculiar de Juan, que habiendo Él inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
Encontré la segunda parte de aquella predicación a mis diecisiete años. Me encontré magnetizada al pie de la Cruz. No por lo que los soldados romanos, sacerdotes cobardes y multitudes enojadas hicieron con el Hijo de Dios. Ésa no era la cruz por cierto. Ese era el demonio que mostraba la naturaleza y extensión de su odio hacia Dios.
La redención en y por la Cruz se convirtió en mi más preciado tema de estudio.
Gálatas tiene siete afirmaciones sobre la influencia de la Cruz de Cristo. Concluiré con una, en el capítulo 6:14: la Cruz y la alabanza. Te invito a tomar tu Biblia y leerla.
Los eruditos afirman que el griego kaauchaomai, traducido en ese pasaje como alarde, no tiene ningún equivalente en inglés. Significa jactarse, gloriarse, confiar en, regocijarse, deleitarse y vivir para.
¿Te glorías en la Cruz de Cristo? Si no, si este tema aún no es atractivo para ti, tal como no lo fue para mí hace algún tiempo, charlemos un Sábado por la tarde. Me alegraré de compartir contigo lo poco que sé sobre las propiedades magnéticas de la Cruz De Cristo.